Ménage à Trois

Desperté súbitamente, su pequeña mano rozaba mi entrepierna y por un momento pensé que era alguna casualidad del sueño, quizá se estaba moviendo, rascando o acomodando en la cama y sencillamente me tocó por accidente. Pero no, a medida que despertaba fui siendo más consciente de lo que sucedía: lo escuché a Él susurrándole cosas a través de besos que chasqueaban líquidos. Los ligeros gemidos de Ella acompasaban lo que sea que estuviesen hablando, los besos de los que participaban y también la forma en que se movían.
Ellos eran novios y mis mejores amigos, nos conocimos al empezar la universidad. Llevábamos una amistad de más o menos seis años. Habíamos compartido de todo en nuestra amistad, inclusive una ligera experiencia en un viaje, en la que con mi ex y ellos dos terminamos follando, una pareja frente a la otra, luego de tanto tentar al diablo con uno de esos juegos de mesa de temática sexual… fue lo más parecido a una orgía de aquello que para entonces podría haber experimentado.
Pasó mucho tiempo para que llegásemos a ese momento. La noche anterior habíamos estado en cine, habíamos tocado temas calientes durante el día, reímos y pullamos sensibilidades respecto a la temática swinger y las fronteras de confianza, seguridad, erotismo y demás cosas de las nuevas libertades sexuales. Se les hizo tarde y decidieron quedarse en mi casa, en mi cuarto, en mi cama, conmigo.
No estaba soñando, Ella y yo estábamos espalda con espalda mientras Ella se besaba y se gusaneaba con Él; y aún así buscaba con su mano hacia atrás, palpándome la entrepierna y logrando una lenta pero firme erección, que obviamente sintió y terminó por confirmar cuando me apretó la verga en su pequeña manita. De inmediato le susurró a Él “Ya se despertó». Ambos se rieron y no se dijo nada más, todo empezó a venir solito. Un breve dilema me asaltó pero lo pude superar en tanto caí en cuenta de que aquello que escuché de su voz solo confirmaba que Él estaba esperando justamente eso y más…
Eran más o menos las cinco de la mañana y mi cama se fue transformando en el nido de tres serpientes lascivas que se entrelazaban calentando el aire, frotándose frenéticamente entre sí, Ella en la mitad de nosotros se mordía los besos con Él mientras sentía cómo le refregaban una verga por delante y otra por detrás. Las caricias se sucedieron en agarrones, en apretones y halones. De repente el pantalón de pijama que le presté ya no estaba. En su lugar estaban dos nalgas redondas, de piel suave… muy suave.
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Subía ese olor a salitre y sexo por entre las cobijas, ambas vergas ya venían arremetiendo contra su cuerpecito e iban dejando gotas que le lubricaban las ganas poco a poco. Todo pasaba y yo me seguía preguntando si era cierto lo que sucedía, ninguna planeación, ningún indicio, nada, era como despertar en una fosa de tentáculos, un océano de brazos, de manos y pies que revolcaban la sangre, que masturbaban, que gemían, que mezclaban ese retozar del silencio con los humores, el sudor, la saliva y la clave aromática del amoniaco y el sexo. De repente se giró, me besó, me siguió besando y comenzó a darme leves cabezazos al compás del creciente furor con que Él la accidentaba desde atrás. Todo era muy curioso y yo ya no quería pensar tanto, quería sólo sentir. Y súbitamente la segunda y última cosa que escuché… “¿Quieres sentir su verga adentro?”
Se volteó, nos safamos de las cobijas, allá abajo Ella estaba húmeda, sudada, en ese punto perfecto de viscosidad, hirviendo, parecía que la vagina le palpitaba más que el corazón. Jugueteé un poco en la entrada, golpecitos, deslizando, tanteando, deleitándome al oprimir el punto nervioso de su líbido, frustrando su ansia animal y, sin previo aviso la penetré grueso y profundo… Escuchar su gemido intenso me sacó de cordura. La puse en cuatro y le abrí las piernas, impacto, explosión, acometidas recurrían una tras otra, no había en ello armonía. Todo era a mis ojos una vista privilegiada de la destrucción, de la mejor percusión del caos y sus arremetidas sublimes en la orquesta corporal, de la consumación irrestricta del hedonismo a ultranza, la embestida de mi verga como un ariete que rompía sus ganas de candela entre las piernas era un estallido delicioso, era una melodía implacable que repercutía en las nalgadas y en los acordes jugosos que hacían su lengua y su saliva en la verga de Él, atragantando trenes de placer que se la jugaban uno a uno por permitirse ser gemidos o, al menos, ahogados en algún sollozo.
Nos sumimos en un calor intenso, en un frenesí de silencios bramantes y abrasivos, de goteos salados. Una faena de mordidas en la que aprovechábamos el sentir y el no pensar; ya que luego de bañar el clímax y sus tetas y su cara, el sueño nos tumbó a dormir sobre esa fantasía que habríamos de compartir en nuestra memoria (pero en ninguna de nuestras conversaciones) de ese día en adelante…

Un comentario sobre “Ménage à Trois

  1. Meses sin una actualización tuya… Y sigues sabiendo mover las fibras, la piel, todo en quien te lee.
    Que las bitácoras indómitas no paren!! Que no paren!!!

    Saludos!!

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